¿Y si es tu hijo el que acosa en el cole?

Articulo publicado en el diario EL MUNDO

http://www.elmundo.es/sociedad/2016/02/05/56aa5de1e2704ee7388b45e7.html

malGenioNinoenfadadoGGEl suicidio de Diego, como antes sucediera con los casos de Jokin, Carla o Aránzazu ha vuelto a colocar el acoso escolar en los titulares y a disparar la preocupación de padres, educadores y administraciones ante un problema que, según diversos estudios, podría afectar a uno de cada cuatro escolares, muchos de los cuales quedan marcados de por vida. Por eso, con cada caso que sale a luz, se repite la misma pregunta, como una constante, en cada hogar: ¿será mi hijo víctima de acoso escolar?

La cuestión a la inversa, sin embargo, no sólo tiene mucha menos presencia, sino que a menudo el simple planteamiento provoca un rechazo de plano entre los padres. ¿Cómo va a ser mi niño un acosador? El pequeño verdugo no se identifica como tal, y las familias no conciben que su vástago pueda ser el martirio de sus compañeros. Es más, cuando reciben la noticia, generalmente lo niegan y culpan a la víctima. E incluso se felicitan de que su hijo sea «de los duros». Esa negación paterna es, precisamente, uno de los problemas principales a la hora de atajar un comportamiento que, si no se corrige a tiempo, puede dar lugar a otras formas de violencia, como el mobbing o el maltrato en la pareja.

El perfil del acosador escolar

Los expertos coinciden en que es difícil trazar un perfil ‘tipo’ del acosador escolar, si bien apuntan una serie de rasgos que se repiten. Chavales con falta de empatía, baja tolerancia a la frustración, escasa capacidad de autocrítica y ausencia de culpabilidad por los actos que cometen. Ejercer acoso les hace sentir poderosos y, cuando se les acusa, no solo no se sienten culpables ni piden perdón, sino que se hacen las víctimas.

«El perfil es el de una persona que aparenta ser segura, sincera (‘yo digo las cosas como son’), muestra un relativo éxito (es ‘el gracioso’, ‘el ocurrente’) y tiene alguna habilidad especial en algún área. Pero a la vez presenta dificultades de empatía muy importantes», explica José Luis Pedreira, psiquiatra y psicoterapeuta de niños y adolescentes. «Va de sobrado, y eso le lleva a tener una relación de dominación con sus iguales». Perfectamente consciente de lo que hace, de ser «descubierto» no solo lo negará todo, sino que «se pondrá en plano victimista, hasta el punto de que llega a conseguir que el que se vaya del colegio sea el acosado, que se declare culpable a la víctima. Es una inversión de la carga de la prueba».

«Son niños que no respetan las normas, que presentan ausencia de límites y carecen de empatía. Y sobre todo, ven que el acoso les genera un rédito: se sienten impunes ejerciéndolo y les dota de poder y reconocimiento entre sus iguales, por lo que es un acicate para que esa actuación se convierta en un hábito», explica Enrique Pérez, presidente de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar.

Una posición de poder que, con el paso del tiempo, se viene abajo. «Entre 3º y 4º de la ESO los chavales empiezan a captar el verdadero valor de las cosas, por ejemplo de estudiar y de comprometerse, y dejan de valorar el postureo, es más, lo evalúan», explica Pedreira. Un postureo que también tiene sus riesgos en el acosador; «el postureo es una impostura, lo que implica un cierto nivel de estar mal consigo mismo y con los demás».

«No hay un perfil concreto de acosador. Está desde el que le gusta reírse de la gente sin ser consciente de que hace daño, hasta el chico que tiene rasgos psicopáticos, que disfruta haciendo daño. A veces es una persona que está sufriendo violencia o maltrato en su casa, que está en un estado de rabia y se dedica a ensañarse con otros, humillarlos o violentarlos», afirma Carmen Cavestany, profesora y secretaria de la asociación No al acoso.

Qué signos deberían alertarnos

Niños que se burlan a menudo de sus iguales, que parecen no saber relacionarse sin hacer de menos a otro y que además tratan de que otros niños les secunden en esas burlas. «Los padres no deben infravalorar ni minimizar estos comportamientos porque los vean relacionados con cosas menores, ‘cosas de chavales que han pasado siempre’ . Para el chico o chica al que va dirigido es muy doloroso y para su hijo es un predictor del mal funcionamiento futuro de sus relaciones personales», explica la psicóloga infantil Margarita Montes. «Haga ver a su hijo que eso no se va a admitir y ponga consecuencias directas -un día sin salir, sin consola…– si persiste.

Para María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid y directora del Estudio Estatal de Convivencia Escolar en la Educación Secundaria, los alumnos que acosan suelen reunir ocho características, si bien la más importante sería la primera, un rasgo -explica- que también subyace en la violencia de género.

«Los niños aprenden que tienen que ser duros y valientes, y además demostrarlo, que quien pide ayuda es un chivato… Esta cultura que identificamos como mafiosa es la que queremos cambiar». Una tarea, sin embargo, ardua, dados los continuos mensajes que reciben en este sentido, «en películas, o cuando los padres les dicen: ‘Si te pegan, pégales más fuerte‘».

Cómo son los alumnos que acosan

  1. Acentuada tendencia a abusar de su fuerza y una mayor identificación con el modelo social basado en el dominio y la sumisión
  2. Dificultades para ponerse en el lugar de los demás y falta de empatía. Su razonamiento moral es en ocasiones menos desarrollado
  3. Se identifican con una serie de conceptos estrechamente relacionados con el acoso escolar, como los de chivato y cobarde
  4. Impulsividad, baja tolerancia a la frustración e insuficientes habilidades alternativas a la violencia
  5. Dificultades para cumplir normas y malas relaciones con el profesorado y otras figuras de autoridad
  6. Escasa capacidad de autocrítica y ausencia de sentimiento de culpabilidad por el acoso
  7. Parecen usar el acoso como una forma destructiva de obtener protagonismo y compensar exclusiones o fracasos anteriores
  8. Dificultades familiares con los límites, para enseñarles alternativas a la violencia

Iñaki Piñuel, psicólogo, profesor universidad y experto en acoso, va más allá: habla de «pequeños psicópatas«. «No todos los acosadores son psicópatas, pero los que instigan recurrentemente el proceso sí presentan personalidades psicopáticas, o bien consolidadas, o bien en vías de hacerlo». Un perfil «al alza» que además vincula con los «actuales estilos parentales».

El papel de los padres

Los acosadores suelen ser chavales acostumbrados a tenerlo todo y rápido, poco tolerantes a la frustración. Por eso, «cuando alguien que no les cuadra se cruza en su camino, lo eliminan. Es un tipo de narcisismo muy extendido en los niños actuales», explica Piñuel, que señala a los padres como principales responsables. «Los padres deben ocuparse de que ese niño interiorice las normas, explicándole su razón de ser y las consecuencias de transgredirlas. Un niño que se hace adolescente está buscando psicológicamente límites. Los padres que no están ahí, que no se ocupan en educar y van a lo cómodo, que es tenerlo con todos los deseos cubiertos, le están dejando huérfano de esa necesidad de interiorizar la norma social«.

Sin embargo, es habitual que la reacción de los padres cuando se les informa de que su hijo está acosando a otro sea ponerlo en duda, e incluso acusar a la víctima. «Cuando llamas a las familias de los acosadores, no se lo creen, los protegen, los disculpan, no dan crédito. A veces incluso cobra mayor dimensión porque las familias intervienen, se posicionan, de modo que no sólo no lo corrigen, sino que manipulan a otras familias en contra del propio acosado», cuenta Cavestany, en línea con la experiencia de Enrique Pérez: «Lo normal es que el padre lo niegue e incluso llegue a enfrentarse con la familia que denuncia el acoso. En vez de sancionar o intentar corregir la actitud de su hijo, lo niegan, e incluso amenazan a los padres de la víctima para que no acusen a su hijo, lo que deja claro de quién ha aprendido la conducta el niño».

Una reacción, a juicio de Pedreira, comprensible, ya que aceptar que su hijo es un acosador supone de algún modo poner en cuestión su labor como padres. «Los padres habitualmente niegan la mayor, se colocan del lado de la negación. Dicen: ‘Pero si mi hijo es muy rico, juega muy bien al balonmano, al baloncesto o al fútbol, es muy popular. ¿Cómo es posible que digan eso de mi hijo, si todos le quieren?'».

Montes también llama la atención sobre el propio lenguaje y formas que se emplean en el hogar. Un lenguaje con insultos y descalificaciones, aunque sea para hablar del jefe o del vecino, debe ser cortado de raíz de forma visible para los hijos. «En caso de que los padres no sean capaces de reconducirlo en casa sólo con estas pautas, es conveniente que se evalúe a su hijo, porque quizá esté resolviendo y ventilando de esta forma problemas personales, inseguridades o dificultades que le generan rabia».

Reconocer la situación y actuar

En el Estudio Estatal sobre la Convivencia Escolar en Educación Secundaria (2010), solo un 2,4% de la población escolar se autoidentificó como acosadora, frente al 3,8% que lo hizo como víctima. Una diferencia que Díaz-Aguado atribuye a que hay acosadores que no se ven como tal. «A los acosadores y sus familias les cuesta mucho más reconocer la situación que a las víctimas, algo que sucede también con la violencia de género. Hay una condena social fuerte y a quien lo ejerce le cuesta reconocerse, igual que les sucedía antes a las víctimas de maltrato y a sus familias, cuando no existía tal conciencia del problema».

Para la catedrática es fundamental reconocer la realidad, sustituir la negación o el sentimiento de culpa por la responsabilidad y ponerse manos a la obra, en colaboración con la escuela. «Los acosadores de algún modo están pidiendo ayuda, llamando la atención. No puede haber impunidad, pero requieren toda la colaboración para salir de esa situación y emprender otro camino. Tienen que dejar de sentirse héroes, de minimizar lo que hacen, de culpar a la víctima. Tienen que reparar el daño causado». Díaz-Aguado ve imprescindible una medida correctiva, pero también una reeducación. «Sólo el castigo no basta para que cambien, hay que tratarlos para que entiendan que lo que han hecho está mal, se arrepientan y aprendan a hacer algo que repare el daño. Hay que enseñarles a ser protagonistas en positivo en lugar de en negativo».

Las consecuencias de no atajar estas conductas en la infancia pueden ser graves. Un niño que se burla de otros, chantajea, roba la merienda, manipula o amenaza, irá a mayores si no se toman medidas. «Es un problema social que los padres de los acosadores no calibran, y esto es un muy mal pronóstico para ellos. Luego esas familias no pueden con ellos después de la adolescencia porque se les ha pasado la edad para que interioricen la norma moral y social».

Piñuel alude a estudios longitudinales que señalan que un 60% de los niños que participan recurrentemente en comportamientos de acoso cometen al menos un delito antes de los 21 años, y un 24% cometen al menos tres. «Estos estudios demuestran que ser acosador es una mala noticia para la familia. El padre que se felicita de que su hijo está encima y no debajo, de que es acosador y no acosado, está posponiendo un problema que le va a caer después a la sociedad».

Para el profesor, «toda una generación de pequeños psicópatas se está socializando así en la escuela y repetirá patrones en la vida adulta. Luego nos sorprenden las cosas que suceden en la política o en el ámbito de la empresa, pero es que si la internalización de la norma moral fracasa en la adolescencia, tendremos un psicópata adulto, y ahí ya no hay nada que hacer».

El psicólogo alerta además de que, lejos del estereotipo dominante, los acosadores no proceden de entornos socialmente desfavorecidos. «Todo lo contrario. Los acosadores seriales más crueles que hemos visto vienen de familias impecables, estructuradas, con recursos…».

La primera llamada del colegio alertando de que su hijo es irrespetuoso o se burla de otro de manera persistente debería ser suficientes para movilizarnos, porque «la noticia es mucho peor que si le hubieran dicho que académicamente no será capaz de terminar el curso», afirma Margarita Montes. En su opinión, si al menor acosador no se le reconduce a tiempo, las probabilidades de que en el futuro generalice y repita estas pautas en otros entornos, como el laboral o el familiar, son elevadas.

Relación con otras formas de acoso

«Con los datos que tenemos, con el paso del tiempo el acoso escolar decrece, de forma que es más escaso en los últimos años de la Secundaria; sin embargo, el número de niños que se convierten en acosadores seriales aumenta. De forma que llega a la vida adulta con un perfil de depredador, que repetirá en situaciones de acoso laboral o maltrato en la pareja«, afirma Piñuel.

La relación entre el acoso escolar y otras formas de violencia se ha estudiado profusamente. La Unidad de Psicología Preventiva de la Complutense cuenta con un programa que trata de forma conjunta la violencia de género y el bullying. También se relaciona el acoso escolar con el laboral. «Se sabe que la gente que está involucrada en bullying suele estarlo también en mobbing. El acoso es una manera de ser y de relacionarse, y sobre todo de despreciar al otro, y el que no tiene empatía no la tiene en ningún ámbito«, apunta Pedreira.

«Por eso es tan importante la prevención: no solo para defender a víctima, sino para que el sistema escolar emita un mensaje contundente de que esas conductas son inaceptables. Cuando los directores se quitan a la víctima de encima -cambiando de colegio-, no resuelven el problema, simplemente lo aplazan», alerta Piñuel. «Los acosadores seriales repiten una y otra vez la conducta, y es cada vez más frecuente que sean acosadores en la vida adulta, dentro de la pareja o cuando son jefes. El mobbing hay que prevenirlo desde la escuela».

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¿Qué es el acoso escolar o bullying?

7475-2-la-depresion-infantilLos estudios nos indican que aproximadamente uno de cada tres adolescentes se ve involucrado, como agresor o como víctima, en situaciones de abuso, cercanas al maltrato. Por lo tanto, en la mayoría de los casos, la intervención será preventiva, por lo que conviene estar alerta sea cual sea la edad de nuestro hijo.

Es a partir de la pre-adolescencia (10 años) y sobre todo hasta los 16 años, cuando las relaciones de nuestros hijos con sus amigos y compañeros se nutren de unos profundos cambios e incertidumbres que pueden provocar maltratos reiterados entre ellos.
¿Qué es el bullying?
No todo es maltrato. Según los datos que hemos encontrado en la campaña contra el acoso escolar llevada a cabo por la ONG PROTÉGELES, debemos entender que se considera maltrato: “Toda acción reiterada a través de diferentes formas de acoso u hostigamiento entre dos alumnos o entre un alumno y un grupo de compañeros en el que la víctima está en situación de inferioridad respecto al agresor o agresores”.
Por ello, una simple pelea entre amigos derivada de un malentendido, aunque nos preocupe, puede ser abordada desde el acuerdo mutuo de no agredirse más o incluso haciendo las paces, cosa que no
ocurre con el maltrato.
El maltrato no solamente se manifiesta a través de peleas o agresiones físicas sino que puede tener diversas formas. Debemos estar atentos para saber reconocerlo cuando ocurre.
  •  Intimidaciones verbales (insultos, motes, rumores… tanto presencial como a través de redes sociales)
  • Intimidaciones psicológicas (amenazas para provocar miedo, para lograr algún objeto o conseguir algo)
  • Agresiones físicas, tanto directas (peleas, palizas, …) como indirectas (destrozo de materiales personales y pequeños robos)
  • Aislamiento social, bien impidiendo a la víctima participar o ignorando su presencia.
No es algo aislado
El maltrato viene asociado a una situación de dominio-sumisión y tiene un gran componente colectivo.
En realidad, no es un hecho aislado, sino que afecta a:
  • La víctima que sufre las agresiones.
  • Uno o varios agresores que abusan de la anterior.
  • Los compañeros que observan los hechos y callan o no apoyan con suficiente fuerza a la víctima.
  • Los adultos que pueden no haber estado lo suficientemente alerta. En caso de producirse en el colegio, tanto los profesores como los padres.
¿Cómo detectar el bullying?
Que un niño sufra acoso escolar puede tener consecuencias muy graves. Para detectarlo, lo más importante es estar atentos al comportamiento de nuestro hijo.
Aquí os contamos algunas de las claves básicas en las que nos debemos fijar:
  • El niño de repente evita la escuela, ciertos lugares y cierto tipo de gente. Los sitios a los que antes iba contento, ahora no le gustan y se siente incómodo.
  • Se hace el enfermo con frecuencia para no tener que enfrentarse a las situaciones que teme y mantenerse en un lugar que él considera seguro, como el hogar.
  • Su personalidad cambia, cada vez es más retraído y pasivo. Aunque puede darse una situación contraria y que cada vez sea más activo y agresivo.
  • No controla su cuerpo y pierde o rompe objetos constantemente. No está centrado.
  • Está muy triste y llora de manera más habitual sin que nosotros veamos una razón clara.
  • Podemos ver que tiene contusiones o lesiones, que él intentará ocultar, y nos dará excusas.
  • Sus calificaciones han bajado notablemente en la última época y no rinde de la misma manera.
  • Vemos cambios importantes en su comportamiento, como que pase mucho tiempo a solas, maltrato a los hermanos, etc.
El maltratado
El problema de raíz de un niño maltratado que no comunica lo que le ocurre a sus padres es la falta de confianza con ellos.
Estos son algunos consejos:
  • Busca la comunicación con tu hijo desde pequeño.
  • Dedícale el mayor tiempo posible.
  • Ayúdale a encajar mejor las bromas y a encauzarlas correctamente.
  • Recuérdale sus buenas cualidades y poténcialas.
  • Escúchale. Muestra interés siempre por sus necesidades, pero tampoco le sobreprotejas.
  • Invítale a que busque protección en casa, con otros amigos o con adultos. Si está solo se hace más vulnerable.
¿Cómo actuar?
Si nuestro hijo nos comunica que es víctima de una agresión, deberemos:
  • Escuchar y mostrar interés para que sienta que estamos apoyándolo.
  • Indagar si realmente ha ocurrido y no es fruto de su imaginación.
  • Ponernos en contacto con la escuela y solicitar la ayuda del profesorado.
  • Si esto no funciona, podemos dirigirnos directamente a la organización de protección de la infancia PROTÉGELES (contacto@protegeles. com)
  • Fijar una estrategia para determinar el daño que se está produciendo y las relaciones entre los involucrados.
  • Favorecer una solución adecuada, apoyando a nuestro hijo y enseñándole a asumir la responsabilidad que le corresponda.
La relación con el centro escolar
En numerosas ocasiones los padres de niños que han sido víctimas se enfadan profundamente con el centro escolar al entender que no se está prestando suficiente atención a su hijo, pero lo cierto es que las relaciones ocultas entre los alumnos pueden pasar desapercibidas a los ojos de los profesores.
Aunque a veces nos cueste debemos asumir que la escuela es nuestra aliada en la mejora de la calidad de vida de nuestro hijo.
El maltratador
En algunas ocasiones, los padres con un hijo maltratador tienden a mostrarse hostiles hacia la persona que le comunica los hechos y rehúsan aceptar la implicación de su hijo. Lo peor que le puede pasar al niño es que no sienta la culpa. Entendería que la fuerza y el daño ajen valen la pena.
Si nuestro hijo es el que maltrata a sus compañeros, la escuela ha de trabajar profundamente con nosotros, los padres, para poder modificar esta actitud. Deberemos:
  • Acudir al mínimo indicio a la escuela.
  • Intenta hablar con nuestro hijo para explicarle la situación y qué medidas se van a tomar.
  • Solicita a la escuela ser informado de los pasos que se están dando y cualquier mejora en la conducta.
  • Mantén reuniones periódicas con el centro.
Cambiar nuestras ideas erróneas
Es fundamental que desterremos de una vez la idea de que el maltrato entre niños forma parte de la evolución natural.
¿Cuántas veces hemos pensado que los niños tienen que hacerse fuertes y aprender a defenderse?
Hacerse mayor de esta forma es indeseable, innecesario e inmoral.
Con esta idea, lo único que podemos conseguir es un niño que se crea siempre en peligro y amenazado.
Este artículo se basa en la información obtenida a través de la web www.acosoescolar.info donde podréis encontrar más ayuda.


 http://www.saposyprincesas.com/salud-y- psicologia/que-es- el-acoso- escolar-o- bullying/

LOS PADRES COMO JARDINEROS

el-principitoEn efecto, en el planeta del principito había, como en todos los demás planetas, hierbas buenas y malas. Por lo tanto, semillas buenas, de hierbas buenas; semillas malas, de hierbas malas. Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le antoja despertar.

Entonces se despereza y tímidamente lanza hacia el sol una ramita inofensiva. Si se trata de un rosal o un rábano, podemos dejar que crezca como quiera. Pero cuando se trata de una planta mala, es preciso arrancarla inmediatamente, tan pronto como se la pueda reconocer.

* * *

Podemos leer en las palabras del inspirado Saint-Exupéry una síntesis sobre la educación. Los padres somos como los jardineros y cuanto más atentos y dedicados seamos, más bello podrá ser nuestro jardín. Nuestros vástagos traen semillas invisibles, plantadas en otras eras – son sus tendencias. Están debajo de la tierra. Nadie sabe lo que son y cuando se manifestarán. No son tierra virgen. Solo una mirada apresurada y desatenta juzga de esa manera. Y cuando esas primeras tendencias emergen solo el jardinero alerta, que cuida de la planta todos los días, consigue percibir.

Hay cultivadores que solo van a notar sus plantas después de crecidas, cuando las ramas ya están fuertes, cuando la poda de lo que no es bueno ya se hace mucho más difícil. No solo eso. También pierden el placer de verlas en todas sus etapas de desarrollo, con sus peculiaridades y bellezas. Sin embargo, quien está allí con los ojos en la tierra, pronto se da cuenta, y si no es cosa buena como un rosal o un rábano, intenta podarla pronto.

Eso significa que las tendencias negativas cuando son observadas y trabajadas desde una edad temprana, tienen más probabilidades de ser modificadas. El trabajo es arduo, pero cuanto antes se empiece, más amplias serán las posibilidades de éxito. ¿Por qué estás actuando así, hijo mío? ¿Tienes idea de cómo el otro está sintiéndose con lo que hiciste? ¿No es mejor dividir? ¿Estás con rabia? ¿Vamos a hablar de ello?

Podar, en el lenguaje aquí utilizado no significa reprimir los sentimientos negativos o prohibir a los niños y jóvenes sentir eso o aquello. No, eso solo agrava la cuestión. La poda aquí es un aparar cuidadoso, un enfrentamiento de los contenidos íntimos que se hace abiertamente incluso, a veces, con la ayuda de profesionales del área, según el caso. Recriminar o prohibir, simplemente, ese o aquel sentimiento o comportamiento sin haberlos trabajado, sin buscar comprender sus matrices en los niños, trae enormes perjuicios como represiones y frustraciones.

El cuidador del huerto atento celebra la llegada de las plantas buenas y trata de regarlas, darles luz y buenas condiciones para que crezcan con vigor.

Los buenos padres refuerzan los comportamientos positivos de sus hijos y no solo corrigen y castigan todo el tiempo. ¡Felicitaciones por tu esfuerzo! ¡Mereciste esa victoria! ¡Es mérito tuyo! ¡Me gustó mucho esa actitud tuya! ¡Haz eso siempre! Has actuado correctamente en esa situación. ¡Estoy muy feliz!

Es un trabajo del día a día, es un cuidado minucioso con cada hijo, atendiendo cada planta en su necesidad específica, ya que esa planta tiene ciertas características y aquella tiene otras. Es un verdadero arte. Por eso, como padres, no les descuidemos. Si asumimos esa misión tan importante, seamos los mejores jardineros posibles dentro de nuestras posibilidades y limitaciones.

Redacción del Momento Espírita, basado en texto del libro O pequeno Príncipe, de Antoine de Saint-Exupéry, ed. Agir.

La Importancia de Educar en Valores

image007Que duda cabe que, para que los niños puedan conocer e integrarse en el mundo en el que viven, adquirir herramientas para la construcción de su carácter, de su personalidad, de manera que en el futuro se conviertan en adultos conscientes, responsables y plenos, la educación en valores es fundamental.

No estamos diciendo, en este sentido nada nuevo. Educadores y pedagogos de todos los tiempos (véase Pestalozzi, Kardec, Montessori, etc.) han resaltado la necesidad de educar al ser humano integralmente, fijando la atención en los sentimientos, las emociones, la visión que tienen del mundo que les rodea. La Doctrina Espírita añade una cuestión más: el Espíritu inmortal que somos cada uno de nosotros, con nuestro bagaje de experiencias y aprendizajes en las vidas sucesivas que hemos disfrutado.

El papel del adulto es el de guía y conductor que dará a conocer el ambiente en forma respetuosa y cariñosa.

Hay algunas cosas que son vitales para ello: ser un observador consciente, estar en continuo aprendizaje y desarrollo personal, cultivar la humildad, estar abiertos a aprender de los niños y ser capaces de transformar el medio en el que estamos, en nuestro caso, la familia, el hogar, el aula…

Sin embargo la verdadera clave es nuestro ejemplo como adultos. El ejemplo será quien mejor habrá de transmitir esos valores tan necesarios para su desarrollo. A través de nuestras conductas, actitudes, comportamientos y acciones, los niños se irán empapando de los valores positivos y desprendiéndose de aquellos que son negativos e indeseables, y que también están muy presentes en nuestra sociedad, y que deben evitarse siempre.

Para que los niños puedan aprender e incorporar esos valores es necesario que comprendan qué significan, que consecuencias tienen, cómo ponerlos en práctica en su día a día, en la vida cotidiana; es decir en el hogar, en la familia, en la escuela, en las actividades sociales… Es preciso entonces, que tengan la oportunidad de reflexionar, de sacar sus propias conclusiones. No podemos olvidar que los valores dirigen acciones y establecen los principios que servirán de punto de apoyo para que puedan conducirse delante de los problemas y dificultades que habrán de enfrentar a lo largo de la vida.

Nos cabe pues la responsabilidad de hacer comprender a los niños que todas las acciones y decisiones afectan al entorno, y que hay consecuencias que se derivan de las mismas. Esto es contribuir para que sean adultos responsables, capaces de reflexionar sobre las propias conductas, de manera que puedan hacer las modificaciones oportunas y el trabajo de reforma íntima del que tanto nos habla la Doctrina Espírita.

Valores como la amistad, la tolerancia, el respecto al prójimo, el respeto a las diferencias, etc., han de ser permanentemente trabajados de manera sencilla, y día tras día, para que puedan ser interiorizados por los niños.

No olvidemos que tenemos que ser nosotros los primeros en poner en práctica estos valores observando con especial atención nuestras actitudes y comportamientos diarios, pues estaremos siendo permanentemente “vigilados” por los niños, quienes nos harán notar nuestros fallos de manera inmediata.

La educación emocional y la enseñanza de valores es tan importante para lograr una sociedad más justa y feliz, que los adultos jamás deberíamos olvidar esos pequeños detalles diarios que parecen tan poco importantes y que sin embargo lo son.

Así, como padres y educadores, no podemos olvidar lo que la Doctrina Espírita nos dice: “….que el ser que los padres conducen en sus brazos cariñosos, es un milenario viajero de la evolución hacia el Creador, estando en la Tierra para el esfuerzo de la auto-superación, de la reestructuración del carácter moral, y pulimento intelectual, como alumno que asiste a las clases en la gran escuela del mundo.”

Tenemos una gran responsabilidad delante: hagamos para el futuro adultos felices, capaces, responsables, que, de verdad, puedan contribuir para el Gran Cambio que se espera.

Merece la pena, de una buena siembra se esperan mejores frutos…

Valle García Bermejo

Comisión Infancia, Juventud y Familia – FEE

Los 15 principios de María Montessori para educar niños felices

maria-montessori2«Ayúdame a hacerlo por mí mismo»

María Montessori

Como siempre ocurre en materia educativa, hay fieles defensores y agudos detractores de la pedagogía que enunció Maria Montessori en su momento. Muchos afirman que a día de hoy la enseñanza, tal y como está estructurada, no ve como viable la metodología que introdujo la célebre educadora italiana de finales del siglo XIX y principios del XX.

Para ella, la escuela no es un espacio destinado únicamente a que un maestro o un profesor trasmita conocimientos de forma directiva, Montessori, defendía ante todo que el propio niño desarrollara sus capacidades de una forma más libre a partir de un material  didáctico especializado.

Las aulas tenían alumnos de diferentes edades, ahí donde los propios niños eran libres de elegir el material a trabajar, y de ampliar sus habilidades de forma más autónoma. Eran ellos quienes marcaban su velocidad de aprendizaje según sus particularidades, envueltos siempre en un contexto menos rígido, donde las pizarras dejaban de tener tanta importancia, y donde los niños tenían libertad de movimiento en el aula.

La perspectiva pedagógica de María Montessori tuvo un impacto mundial, y renovó muchos de los cimientos educativos mantenidos hasta entonces, hasta el punto de “chocar” bastante con esos sectores más conservadores y clásicos de la enseñanza.

A día de hoy, este método donde se enfatiza ante todo la libertad de aprendizaje y la responsabilidad del propio alumno en su proceso de adquisición de contenidos, no se aprecia en la mayoría de los centros. Podemos encontrarlo eso sí, en algunos colegios de línea privada donde se trabajan muchas de estas interesantes estrategias.

No obstante, tanto la pedagogía de la libertad de Montessori como la de la esperanza que formuló Paulo Freire en su momento, no vertebran demasiados pilares de nuestra educación actual (No al menos en muchos países).

Ahora bien, llegado a este punto puede que te preguntes ¿Dónde quedaba entonces el papel de las madres y los padres en la enseñanza de sus hijos? ¿Era importante? Era, ES, vital. El apoyo, la orientación y el cuidado de los padres es fundamental para educar niños felices, adultos autónomos y buenas personas el día de mañana.

Aquí de dejamos 15  de esos principios que enunció en su momento María Montessori, y que seguro te serán de ayuda.

Los mandamientos de María Montessori para los padres y madres

La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle.

María Montessori

  • Recuerda siempre que los niños aprenden de lo que les rodea. Sé su mejor modelo.
  • Si criticas mucho a tu hijo, lo primero que aprenderá es a juzgar.
  • En cambio, si lo elogias con regularidad, él aprenderá a valorar.
  • ¿Qué ocurre si le muestras hostilidad al niño? él aprenderá a pelear.
  • Si se ridiculiza al niño de modo habitual, será una persona tímida.
  • Ayuda a que tu hijo crezca sintiéndose seguro a cada instante, será entonces cuando aprenda a confiar en los demás.
  • Si  desprecias a tu hijo niño con frecuencia, se desarrollará un sentimiento muy negativo de culpa.
  • Propicia que tu hijo vea que sus ideas y opiniones son siempre aceptadas, con ello conseguimos que se sientan bien ellos mismos.
  • Si el niño vive en una atmósfera donde se siente cuidado, integrado, amado y  necesario, aprenderá a encontrar amor en el mundo.
  • No hables mal de tu niño/a, ni cuando está cerca, ni cuando no lo está.
  • Concéntrate en que tu hijo está creciendo y desarrollándose de modo óptimo, valora siempre lo de lo bueno del niño de tal manera que no quede nunca lugar para lo malo.
  • Escucha siempre a tu hijo y respóndele cuando él se acerque a ti con una pregunta o un comentario.
  • Respeta a tu hijo aunque haya cometido un error. Apóyalo. Lo corregirá ahora o quizá un poco más adelante.
  • Debes estar dispuesto/a a ayudar a tu niño si busca algo, pero debes también estar dispuesto a permitir que encuentre las cosas por sí solo.
  • Cuando te dirijas a tu hijo, hazlo siempre de la mejor manera. Ofrécele lo mejor que hay en ti mismo/a.

Cuando un niño se siente seguro de sí mismo, deja entonces de buscar la aprobación de los adultos a cada paso.

María Montessori

http://lamenteesmaravillosa.com/los-15-principios-de-maria-montessori-para-educar-ninos-felices/