
Ansiosa, se levantó de la silla y fue a mostrárselo a la profesora. Al ver la pintura, la profesora notó algo extraño de súbito. Dijo bajito un “muy bien”, para incentivar a la niña, le hizo un mimo y cogió el diseño con las manos.
Los trabajitos serían expuestos al otro día en el mural de la escuela. En el intervalo para la comida, la profesora no se contuvo, cogió el diseño y fue a mostrárselo a las otras que se encontraban en la secretaria de la escuela. Ella quería una opinión sobre aquello. Algunas de ellas eran más entendidas en psicología infantil, y quién sabe si podría ayudarla a descifrar lo que estaba pintado allí. “¿Qué será lo que ella quiso decir con eso? ¿Eso debe estar mostrando algún sentimiento, algo que ella tiene guardado. ¿Qué será?”
Las amigas de profesión no supieron qué decir. Algunas dijeron que no era nada, que no debería preocuparse. Pero ella estaba “intrigada”, se podría decir. Volvió a la sala de aula, y decidió que, al final de la clase, hablaría con la niña y le preguntaría a ella lo que significaba. La llamó entonces, con discreción, a su mesa y le preguntó, con la pintura en la mano:
“Querida, ¿tú me puedes explicar algo para mí? – La niña afirmó con la cabeza. “Si el cielo es azul, ¿por qué tú diseñaste el cielo de color de rosa?” “¡Pero el cielo no es azul, profesora!” – Respondió ella con educación. “¡Quien dice que el cielo es azul es analfabeto del cielo! Ayer, al final de la tarde, el cielo detrás de mí casa estaba así, rosa. ¡Esos días vi un cielo naranja! Por la noche el es siempre negro, o azul oscuro, pero de día el puede ser ceniza claro, ceniza oscuro, rojo…Sabe… ¡Una vez vi una tempestad tan grande en el cielo, que ella llegó a pintar el cielo de verde! No todo el mundo lo cree, pero yo lo vi, era verdad.”
La niña dio un verdadero discurso sobre los colores del cielo, dejando boquiabierta a la profesora desatenta. Ella nunca se había parado a pensar en eso. Aceptó tan fácilmente la verdad, el cliché de que el cielo es azul, que acabó olvidando la variedad de colores posibles en lo alto de la tierra. Percibió entonces cómo los niños tienen una sensibilidad admirable, y que mucho tenía que aprender de ellos. Con seguridad, la próxima vez, antes de pensar que pueda existir algún problema en un niño, se analizaría, para notar si no era su sensibilidad la que necesitaba de escuela.
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Todo niño es especial, y merece ser tratado como tal. De la misma forma como no siempre el cielo es azul, cada niño tiene sus particularidades, y los educadores necesitan estar atentos a ellas. No se puede usar una misma fórmula, un mismo patrón de enseñanza o educación en el hogar, para todos los niños. Se hace necesario ajustes, adecuaciones, atenciones individualizadas. Todo cielo es bello, incluso siendo amarillo, rosa, rojo o negro.
Extraído de Redacción del Momento Espírita